Desde el momento en que supe qué era un blog, quise crear uno. No sabía absolutamente nada sobre qué páginas o plataformas se usaban ni de reglas ni qué rayos era un domain, mucho menos qué era un nicho. 

Ya para mis últimos en la universidad, en uno de los cursos de periodismo, uno de los trabajos finales era escribir un post para un blog. Estaba muy emocionada y quería aprender todo lo necesario para empezarlo. Claro, para la clase, el tema general debía estar ligado a los trabajos de la clase. 

La primera vez que estuve en ese curso (porque me colgué como Judas y tuve que repetirla), la profesora nos sugirió usar Blogger para ahí compartir reportajes y entrevistas que habíamos llevado a cabo durante la clase. A mí me encantó esa plataforma y el nombre que le puse, pero no supe qué más hacer.

Para allá como en el 2012, una persona me preguntó para qué yo quería escribir en un blog. Le contesté que mi intención era hacer críticas sociales –como Lydia Aquino– y compartir mis cuentos. Si embargo, le dije que no estaba segura de cuál sería el tema principal. “Ya lo tienes. No lo pienses tanto. Empieza a escribir”, me dijo, pero no le hice caso.

La segunda vez que tomé el curso de periodismo digital, el profesor que me tocó esa vez se limitó a crear un solo blog para todos los estudiantes. Él mismo compartía las notas y reportajes que le entregábamos, así que no tuve más experiencia en crear un blog. Ahí quedó todo.

No fue hasta a finales del 2013 que comencé un noviazgo con un pastor, mientras yo me encontraba saliendo de una vida bastante secular. El proceso de esa relación impactó tanto mi vida que anhelaba escribir sobre esa experiencia. Cuando él se enteró que me apasionaban las letras, no hizo más que alentarme y apoyarme en el arte –cosa que hasta el sol de hoy hace.

Una tarde, le comenté que, desde hacía un tiempo, tenía el deseo de tener un blog. Sin dudarlo, tomó mi computadora, me creó una cuenta en WordPress, le dio título, me devolvió la computadora y me dijo: “Ponte a escribir”. Así fue cómo nació mi primer blog La Novia del Pastor

El primer escrito llamado “Confesión: Soy la novia de un pastor” alcanzó más de 100 visitas la primera noche. Eso para nosotros fue demasiado; a tal grado que mi novio (ahora esposo) rápidamente compró mi primer domain isafigueroa.com y luego lanoviadelpastor.com. Entonces, ahí fue cuando comenzó la pesadilla de tener un blog. 

El primer mes publiqué once escritos. No podía parar de compartir mis vivencias en esa página. Además, muchas personas que hacía años no me hablaban, me enviaban mensajes sobre mis escritos. Me decían que leerme les hablaba a sus vidas, los bendecía, los hacía llorar, entre otras cosas muy bonitas.

Esos primeros meses fueron hermosos. Incluso, el primer año fue tan bueno que decidí crear una página en Facebook que usé para alcanzar a lectores de otros países.

Toda esta emoción descendió cuando caí en depresión en el 2014, luego de varias experiencias negativas. Pasé por varios cambios en poco tiempo y perdí la pasión, aunque sentía que la página tenía un gran propósito. Llegó un punto en el que escribir para el blog se convirtió en una verdadera pesadilla; pensar en la página me cargaba, me causaba ansiedad y me sentía abrumada todo el tiempo.

Al sentir eso, ya no sabía de qué más escribir, así que me dejé llevar por la demanda de la página. Entonces, me vi obligada a escribir sobre relaciones, ya que era lo más que buscaban mis lectores. Me sentía mal porque yo no era una experta en relaciones. Muchas veces tuve situaciones difíciles en mi noviazgo y eso me hacía sentir como una hipócrita.

Hubo un tiempo en el que entendía que debía comenzar a mercadearme, vender algún servicio, producto o anuncios. Sin embargo, hacer dinero nunca fue la razón principal por la que comencé a escribir en el blog. Recibir dinero nunca está mal, pero eso requería demasiado tiempo y mucha disciplina y para ese tiempo estaba terminando mi posgrado y trabajando en una escuela.

Para tener un blog exitoso, se debe tener buenas técnicas de mercadeo y saber cómo usar efectivamente las redes sociales. Se debe tener constancia, así que se recomienda publicar un escrito una vez a la semana, como mínimo.

Hay otros blogueros que te dicen que puedes generar hasta seis cifras en un año. No obstante, eso requiere dedicarle más de 40 horas a la semana.

¿Para qué necesitas 40 horas para un blog?

  • Buscar temas que gente de tu nicho busca
  • Escribir, escribir y escribir
  • Crear contenido para las redes sociales
  • Leer otros blogs
  • Buscar maneras de generar
    • Crear mercancía, vender anuncios, ofrecer servicio, afiliarte a una compañía, escribir para otro blog, etc.
  • Redactar un post que el SEO te lo acepte (un verdadero dolor de cabeza)
  • Publicar el escrito a una hora que sepas que tus lectores estarán conectados en las redes y vean tu escrito y entren y busquen tu mercancía o le den click a un anuncio o a un producto o busquen tus servicios… ¡Ah!

Me cansé, me rendí, pero siempre regresaba a publicar. Se me hizo muy difícil soltarlo. Incluso, usé la excusa de que, aunque estuviéramos casados, seríamos como unos eternos novios. Agarrada de ese pretexto, continué escribiendo por unos meses hasta que ya no pude más emocionalmente.

Así estuve por un total de cinco años hasta que decidí que debía ponerle fin al blog el 26 de junio de 2019. Terminé con 97 publicaciones, de las cuales alrededor de ocho fueron colaboraciones de otros escritores, incluyendo a mi entonces novio.

Antes de publicar mi primer libro La verdad prohibida, decidí comprar esta nueva dirección (isaagosto.com). El propósito era usar el nombre con el que publicaría mis libros. También, quería escribir en español y en inglés para alcanzar una nueva población. Quería hacer tantas cosas con esta página que me paralicé y no seguí escribiendo. 

Escribir para un blog requiere mucho tiempo. Se debe escoger entre el trabajo o escribir para un blog que genere. Ya que es sumamente difícil alcanzar unas cifras decentes para vivir, uno termina rindiéndose y abandonando el arte.

Aparte, un bloguero se vuelve adicto a las visitas, a los likes y a los seguidores en las redes sociales. Cuando no se ven números crecer, llega la frustración y se llega a pensar que todo esto es un gran fracaso. Las palabras de muchos cuando nos dicen “del arte no se vive” hacen eco en la parte de atrás de nuestro cerebro. Nos rendimos y volvemos al 8 a 5, en vez de seguir luchando por nuestros sueños. 

Anoche no podía dormir por un espasmo que me causó cargar el car seat de mi hija. Mientras luchaba para conciliar el sueño, me puse a pensar en todo lo que quiero hacer. Quiero volver a montar rompecabezas y a escribir para este blog, crear cuentos y otros libros que tengo planificados. Pensé en qué me detiene: miedo al fracaso, falta de disciplina, miedo a la exposición, miedo al qué dirán, si gusta, si vende, entre otras estupideces que nos bloquean y nos paralizan.

Quiero volver a escribir para mí, no para vender. Quiero escribir porque me apasiona, no porque es un trabajo. Quiero escribir libremente y de lo que me dé la gana, no para un nicho en específico, sino para el que me quiera leer. Quiero hacer arte sin estar pendiente a trivialidades como visitas, seguidores y likes. Sobre todo, quiero que escribir para el blog no sea una carga ni una pesadilla.

Aunque hubiera sabido toda esta pesadilla desde un principio, como quiera hubiese empezado un blog. Vivo agradecida por las experiencias y por todas las grandes lecciones. Vamos a ver si cumplo mi palabra de continuar escribiendo, siempre y cuando mi hija me lo permita. ¿Cuento con su apoyo?

Un abrazo, 

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